lunes, 7 de mayo de 2007

Sonrisas en el recibidor


Samantha era una mujer libre, que le gustaba tratar con los hombres sin complicaciones, y con esto quiero decir, sin compromisos, sin esperar llamadas de telefono ni poner demasiadas ilusiones en una sola persona, al fin y al cabo ¿para qué esperar que un solo hombre le hiciera feliz cuando se puede conseguir esto mismo pero de muchos?

Samantha estaba contenta con su modo de vida y no tenía ninguna intención de cambiar, le gustaba salir por aquí por allá, y si surgía con algún chico que le interesara no tenía ningún reparo en darse el gusto de liarse con él. Pero algo iba a cambiar en Samantha cuando se tubo que mudar a otro piso, no tenía ni idea de lo que iba a significar...

La persona que le atendió en recepción era un hombre joven, muy simpático y amable con ella, y Samantha, sintiéndose un poco sola y desligada del mundo ya que en la vecindad era una desconocida, se sentía realmente agradecida con este hombre. Cada día, él le recibía con una sonrisa y un hola, Samantha ¿qué tal? ( era un saludo de los sinceros, no de los de por decir), y ella le hablaba de su día a día sin reparos y muy agusto; poco a poco empezaron a hacerse buenas migas ente ellos.

Al poco tiempo, surgió salir una noche de fiesta juntos, se les unieron más amigos y terminaron borrachos y bailando, era como si se conocieran de toda la vida. Avanzada la noche una de las amigas se sintió mal y la llevaron a su casa. Como todavía tenían ganas de fiesta decidieron irse a un piso a seguir bebiendo. En el piso se hizo tarde y estaban cansados, había una cama de matrimonio en la que por tonteos terminaron Samantha y ÉL tirados; la situación pilló a Samantha desprevenida, no lo esperaba en absoluto, y de repente, ya con las luces apagadas Samantha se vio rodeada por sus brazos, tras ello comenzaron ligeros y suaves besos en el cuello,unas caricias en la cintura... Ella no podía creerselo, pero no tardó en encontrarse besándole los labios...

La noche se acabó, el reencuentro en el recibidor del bloque de pisos en que se veían a diario era inevitable, a la mañana siguiente le temblaban las piernas al entrar por la puerta, allí estaba ÉL tras el mostrador, el corazon le iba a mil, notaba como se iba sonrojando a cada paso que daba al acercarse al mostrador para coger la llave... Pero ¿qué narices le pasaba?Ella sabía que se había dejado llevar la otra noche, nunca se había sentido tan agusto con un hombre en la cama, pero si simplemente había sido un rollo de una noche como había tenido tantos otros ella antes y él también seguramente, entonces ¿por qué ese quisquilleo en el estómago?¿por qué esa ansiedad que la asaltaba?¿ese miedo repentino de qué pensará de mí?¿qué soy una guarra?¿una suelta?¿un polvo sin más?... Cuando se atrevió a mirarle a la cara ÉL le recibió con una sonrisa en la boca y en los ojos, y le dijo: "Hola Samantha, ¿qué tal?"